miércoles, 16 de marzo de 2011

"LOS VIERNES DE CUARESMA..." I (Vídeo: joaquinbuzon97)

"ENTREVISTA A RAFAEL SÁEZ GALLEGOS, CAPATAZ CORDOBÉS"


Por David S. Pinto Sáez 


D. Rafael Sáez Gallegos nació, para Gloria de la Semana Santa de Córdoba, el 20 de junio de 1926. Faenero bajo las órdenes de su padre y abuelo, en primer lugar, y al mando de cuadrillas de profesionales y de hermanos costaleros posteriormente, estableció junto a su padre y hermanos una nueva manera de trabajar tras las gualdrapas. En la actualidad, con reconocimientos como los de Capataz Titular de la hermandad “del Huerto”, Trabajadera de Plata 1995, o Cofrade Ejemplar de Córdoba 1998, personifica una parte esencial de la historia del mundo del costal cordobés.

Aunque aún tiene en el recuerdo a su abuelo materno, D. Manuel Gallegos Pérez, Capataz de los piconeros de Jesús Caído en los primeros años del siglo XX, fue su padre, D. Antonio Sáez Pozuelo, popularmente conocido en la época por “El Tarta”, quien traspasó a Rafael y sus hermanos, el amor por las Cofradías. No en vano, esta familia ha estado al frente de los titulares de hermandades como la Borriquita, Amor, Penas de Santiago, Huerto, Sentencia, Prendimiento, Calvario, Misericordia, Caridad, Buena Muerte, Descendimiento y Santo Entierro, así como bajo las trabajaderas de todas las anteriores y Cristo de Gracia, Dolores, Angustias, Esperanza y Caído.
Rafael, podríamos hablar de recuerdos y maneras de trabajar ya olvidadas.

¿Cuál es el primer recuerdo que guarde relacionado con la Semana Santa y el mundo de las Cofradías?
El primer recuerdo que mantengo, en primera persona, es mi primera salida bajo las trabajaderas de la Virgen de la Esperanza, en su primera salida de 1940, y bajo Jesús en la Oración del Huerto, que por entonces salía el Martes Santo. En ambos casos el capataz era “El Sacristán”, quien se convirtió así en mi primer capataz. Sin embargo, también recuerdo, cuando iba de la mano de mi abuelo a una taberna frente a la Piedra Escrita, donde El Caído invitaba a una copa de vino a los piconeros tras la procesión. Tendría yo unos 8 o 10 años.

En 1938 se le ofrece a su padre ser Capataz del Paso del Descendimiento en su primera salida procesional. Este hecho se repetirá en varias hermandades.

¿Por qué se confía en su familia a la hora de buscar capataz para estas “nuevas hermandades”?
Esta cuadrilla iba cogiendo experiencia año a año y desde el principio demostró un gran respeto y seriedad por el trabajo y las imágenes. Esto era debido en gran parte, a tratarse de cuadrillas compuestas por personas de confianza de mi padre, faeneros acostumbrados a labores de carga y descarga que llevaban junto a él muchos años. Esta confianza entre faeneros y capataz, era muy valorada por las hermandades, así como su solidez, ya que contaba con más de 90 faeneros.

¿Cuándo fue la primera vez que se puso delante de un paso?
En concreto fue en 1946, con la hermandad del Descendimiento. Ese mismo año hace su primera salida procesional el Santísimo Cristo de la Buena Muerte, siendo aún el día de salida del Descendimiento el Jueves Santo. Mi padre, que era capataz del Descendimiento desde su primera salida en 1938, decide llevarme a su lado hasta que el paso alcanza el Arco del Triunfo, momento en el que él se marcha hacia San Hipólito, dejándome a mí al frente del Descendimiento.

Bajo una misma trabajadera llegó a coincidir con su padre, tíos y hermanos.

¿Qué se siente al llevar como compañeros de trabajadera a tantos familiares?
Hubo pasos en los que efectivamente salimos muchos familiares juntos. Sobre todo en los pasos de Gloria, donde la mayor parte del personal era familia. Esto siempre me ha gustado. Llevar a mi padre de capataz fue todo un orgullo, del mismo modo que compartir trabajo con mis hermanos, tíos y primos, o llamarlos cuando era yo el capataz. Un verdadero privilegio.

¿Qué relación había en aquellos primeros años entre capataz y costaleros profesionales?
Básicamente todos eran compañeros de trabajo de mi padre en los almacenes de coloniales Porras-Rubio. La relación era diaria durante todo el año y más en concreto durante la Semana Santa. Pero sobre todo, se trataba de una relación de amistad y compañerismo por las horas que se compartían tanto dentro como fuera de la trabajadera. Hasta tal punto que muchos de nuestros hombres no sabían ni preguntaban lo que iba a cobrar hasta finalizada la estación de penitencia. Incluso algunos, no lo reclamaban hasta final de Semana Santa, que era cuando se “hacían cuentas”.

Rafael, en alguna entrevista llegó a decir que en Córdoba nunca ha habido un estilo propio de andar los pasos, aunque en varias ocasiones su cuadrilla tuvo que andar al estilo “Sevillano”; concretamente en la hermandad de la Buena Muerte.

 ¿Recuerda aquellos ensayos el Jueves Santo por la tarde en la Colegiata?
Se hizo un rectángulo con listones de madera y con las medidas interiores del paso. Todos los Jueves Santo, tras misa de 12 y en el patio de la Colegiata, disponíamos a los hombres ya tallados dentro de dicho rectángulo y en la misma posición de salida. Los costeros sujetaban los listones y el resto se cogía por la cintura a los compañeros de ambos lados. Se ensayaba el paso racheado por el interior del patio, siempre bajo la supervisión de varios miembros de la Junta de Gobierno.

¿Se le ha quedado a usted la espinita de mandar algún paso en concreto? ¿Y ha tenido que decir que no alguna vez a alguna hermandad?
Realmente, no he echado de menos sacar ningún otro paso. Sin embargo, hay dos anécdotas al respecto. Fundada la Hermandad de la Paz y Esperanza, D. Antonio Caballo, su primer hermano mayor, acudió a mi padre ofreciéndole hacerse cargo del paso de la Virgen; no pudo aceptarlo por ser por entonces capataz en la Hermandad del Calvario, y ser mis hermanos y yo aún demasiado jóvenes.

Por último, y siendo yo aún pequeño, recibió mi padre el ofrecimiento de una hermandad sevillana para hacerse cargo de uno de sus pasos titulares. El renombre que iba tomando mi padre, hizo que un miembro de dicha hermandad visitara a mi padre en un viaje de negocios a Córdoba. Sin embargo, mi padre no lo aceptó por tener ocupado dicho día con otra hermandad cordobesa y no querer cambiarlo.

DE CERCA
Un Cristo. Misericordia.
Una Virgen. Lágrimas y Candelaria.
Una marcha. Campanilleros.
Un libro. La Pasión de Córdoba.
Un enclave. Cuesta Luján y Juan de Mesa.
Un reto. Seguir como capataz de la Custodia tantos años como Dios me de salud.
Un sueño. Ver a mi bisnieta Candelaria de esclavina.
Un cofrade. Manuel Muñoz Rodríguez. 

(Foto: Roldán Serrano